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22 de junio de 2015

"¿Quiénes son los dos testigos de Apocalipsis 11?", por Edwin Reynolds

¿Quiénes son los dos testigos de Apocalipsis 11?

Edwin Reynolds
Southern Adventist University


Introducción

Como en tantas imágenes apocalípticas del libro de Apocalipsis, no puede entenderse plenamente los dos testigos de Apocalipsis 11 si se desconoce la manera en que el autor adapta el antecedente del AT. El antecedente de este pasaje es Zacarías 4, pasaje donde se le muestra al profeta del AT un candelabro todo de oro con un depósito encima y siete lámparas, con siete tubos que conectan el depósito con las lámparas. Hay dos olivos junto al candelabro, el uno a la derecha y el otro a la izquierda del depósito. Estos árboles proveen aceite al depósito central, el cual, a su vez, lo vierte en las lámparas.

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Referencias:
El presente estudio fue tomado de Interpretación de las Escrituras: Preguntas y respuestas bíblicas, ed. Gerhard Pfandl, trad. Aecio Cairus y Néstor Alberro (Buenos Aires: ACES, 2012), 422-426. Usado con permiso.

"¿Se refiere a Cristo Proverbios 8?", por Ángel Manuel Rodríguez

¿Se refiere a Cristo Proverbios 8?

Ángel Manuel Rodríguez
Instituto de Investigación Bíblica
Asociación General



Introducción

A través de la historia del cristianismo hubo intérpretes que identificaron la Sabiduría de Proverbios 8 con Cristo, pero ¿se refiere verdaderamente este pasaje al Cristo antes de la encarnación, o es aquí la Sabiduría una personificación de un atributo divino?


__________
Referencias:
El presente estudio fue tomado de Interpretación de las Escrituras: Preguntas y respuestas bíblicas, ed. Gerhard Pfandl, trad. Aecio Cairus y Néstor Alberro (Buenos Aires: ACES, 2012), 196-199. Usado con permiso.

"Setting Apart for the Ministry: Theory and Practice in Seventh-day Adventism (1850-1920)", by Denis Kaiser

Setting Apart for the Ministry: 
Theory and Practice in Seventh-day Adventism (1850-1920)

Denis Kaiser
SDA Theological Seminary
Andrews University


Introduction

When Sabbatarian Adventists began setting apart people for the gospel ministry in the early 1850s, they supported that practice primarily from the NT. They saw the need to apply NT passages regarding ordination or the laying on of hands in order to create order, unity, and harmony among the believers and to prevent the influence of false teachers. While early on they did not want to go beyond the pattern outlined in the NT, they later modified this position and began to allow for adaptation of NT patterns in order to accommodate changing circumstances, insisting merely that all new developments be in harmony with the Bible even if they were not an exact reflection of biblical precedents. Practical necessities, the growing mission of the church, and its increasing organizational structures lead them to create new offices, positions, and ministries. Often new regulations were not supported by any biblical passages, but they were justified on the grounds that the new regulations and refinements were not so much biblical prescriptions but valid human applications of the principle of gospel order to ensure unity, order, and harmony in the church. Reflecting this openness to development, the ordination ceremony itself, which was initially very simple, gradually became more elaborate and came to reflect some basic elements present in the Methodist Episcopal ordination rite.

Though some individuals suggested that baptism was a sacred ordinance that could be conducted only by an ordained minister, Ellen White argued against this. Although she agreed that church members should, for the sake of order, allow the minister to perform the baptism, it was not wrong for them to do it in case of his absence.

While Seventh-day Adventists generally followed the practice of ordaining only those individuals for the ministry that had proven their divine call in evangelistic or ministerial field work, they sometimes also ordained individuals that did not have an experience in these lines of the work. When these individuals had proven their abilities and skills in other lines of the work (educational, administrational, etc.), the church frequently decided to set them apart too. Interestingly, although ordination eventually became a requirement for serving in administrative or educational leadership positions, ordination was not initially a prerequisite for these positions, because these were distinguished from the gospel ministry.

Seventh-day Adventists were generally open to the engagement of women in various lines of ministry, yet it was not their practice to ordain them for the gospel ministry. In earlier years they practiced only the ordination of ministers, elders, and deacons, yet by the 1890s Ellen White recommended the ordination of people, both male and female, for various lines of ministry. Thus she emphasized that ordination was not an act linked solely to the clergy but she envisioned ordination as a practice that set apart and committed people to various specific lines of ministry such as deaconesses, missionaries, medical physicians, etc. Setting people apart for a specific ministry did not automatically turn that person into an ordained minister. Although the church began to implement some of these recommendations, it seems that it never really effectuated them entirely.

In summary, the general Seventh-day Adventist practice of ordination was specifically based on NT passages, yet the practice and its implications developed over time and were influenced by external necessities and the growth of the church structure and the mission of the church. 

For more details, click here.

21 de junio de 2015

"¿Cuán confiable es la Biblia?", por Alberto R. Timm

¿Cuán confiable es la Biblia?

Alberto R. Timm
Ellen G. White Estate
General Conference


El cristianismo deriva su autoridad de la Palabra de Dios. Cristo y sus apóstoles consideraron las Escrituras como una revelación de Dios, con una unidad básica en sus diversas enseñanzas (ver Mat. 5:17-20; Luc. 24:27, 44, 45-48; Juan 5:39). Muchos padres de la iglesia y los grandes reformadores del siglo XVI sostuvieron la unidad y confiabilidad de las Escrituras.

Sin embargo, bajo la fuerte influencia del criticismo histórico de la Ilustración del siglo XVIII, un gran número de teólogos y cristianos consideraron que la Biblia era un mero producto de las culturas antiguas en las que fue concebida. Como consecuencia, la Biblia ya no se considera como consistente y armoniosa en sus diversas enseñanzas, sino más bien una colección de diferentes fuentes con contradicciones internas. Un golpe adicional a la autoridad y unidad de las Escrituras ocurrió durante la segunda mitad del siglo XX debido al ataque del posmodernismo. La nueva tendencia es no enfatizar el verdadero significado de la Escritura, sino los diversos significados que sus lectores le asignan.

Los adventistas del séptimo día, en contraste, han continuado enfatizando la unidad, autoridad y confiabilidad de las Escrituras. Sin embargo, con el fin de mantener tal convicción, es necesario encontrar respuestas honestas a las siguientes preguntas: ¿Sobre qué base podemos hablar de concordancia interna de las Escrituras? ¿Cómo tratamos algunas de las grandes áreas problemáticas en las que la concordancia no siempre es evidente? ¿De qué modo el milagro de la inspiración salvaguardó la unidad de la Palabra de Dios? Y finalmente, ¿cuál es papel del Espíritu Santo en ayudarnos a reconocer esa unidad?

Concordancia interna de las Escrituras

En esta área, necesitamos considerar por lo menos dos problemas fundamentales. Primero, la relación entre la Palabra de Dios y las culturas contemporáneas en las cuales la Palabra fue originalmente entregada. En las Escrituras se puede percibir claramente un diálogo constante entre los principios universales y las aplicaciones específicas de estos principios dentro de una cultura determinada. Esta percepción no puede ser considerada como un condicionamiento cultural que distorsiona la unidad subyacente de la Palabra de Dios, sino precisamente lo contrario: los principios universales que trascienden cualquier cultura específica.

Por ejemplo, la Biblia muestra varios casos en los que Dios toleró alguna clase de alejamiento humano de sus planes originales, como en los casos de la poligamia (ver Gén. 16:1-15; 29:15-30:24; etc.) y el divorcio (ver Mat. 19:3-12; Mar. 10:2-12). Hay otros casos en los cuales los primeros cristianos recibieron el consejo de respetar ciertos elementos culturales específicos, como el hecho de que las mujeres usaran un velo mientras oraban o profetizaban (1 Cor. 11:2-16) y que guardaran silencio en la iglesia (1 Cor. 14:34, 35). Pero el tenor general de las Escrituras es que su religión ha de trascender su ambiente y transformarlo.

G. Ernest Wright explica que “el Antiguo Testamento da un testimonio elocuente acerca del hecho de que la religión cananea era el factor más peligroso y desintegrador que tuvo que afrontar la fe de Israel” (ver Deut. 7:1-6).[1] Floyd V. Filson añade que en el primer siglo después de Cristo, los judíos y los judaizantes posteriores “percibieron el hecho de que el evangelio era una cosa diferente a los mensajes religiosos que ellos habían conocido” y que “estaba quebrantando los límites del judaísmo corriente” (ver Mat. 5:20).[2]

El segundo problema que deben atender quienes están interesados en comprender la unidad de las Escrituras es la perspectiva metodológica desde la cual se consideran las Escrituras. Por el propio testimonio de las Escrituras se puede notar que la Biblia está mucho más cercana al mundo oriental, con un concepto más sistémico e integrador de la realidad, que al mundo occidental, con una perspectiva más analítica y compartamentalizada. Este es un elemento importante para tomar en cuenta en el proceso de definir nuestro enfoque metodológico de las Escrituras.

Si se comienzan a mirar inductivamente las discrepancias dentro de las Escrituras, se terminará “encontrando diferencias más bien que concordancia y unidad”. Pero, por otro lado, si uno comienza mirando deductivamente, se puede descubrir una unidad subyacente que enlaza las diversas partes de las Escrituras.[3] Muchas inconsistencias aparentes podrían armonizarse al pasar de los amplios marcos temáticos de las Escrituras a sus detalles más pequeños, en vez de comenzar con esos detalles sin comprender los marcos básicos a los que pertenecen.

Áreas problemáticas

Sin embargo, hay algunas grandes áreas de supuestas “inconsistencias” internas de la Biblia, que la gente a menudo utiliza con el fin de socavar el concepto de la unidad bíblica. Consideremos brevemente cinco de estas áreas, y veamos cómo podrían resolverse estos problemas.

Las tensiones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Algunos hablan de varias tensiones dicotómicas entre el Antiguo y el Nuevo Testamento al referirse a temas tales como la justicia de Dios contrastada con su amor, la obediencia a la ley contrastada con la salvación por la gracia. Estas tensiones pueden resolverse si reconocemos claramente la relación tipológica entre ambos Testamentos, y si reconocemos que la justicia y el amor, y la ley y la gracia son conceptos desarrollados a lo largo de ambos Testamentos.

Los salmos imprecatorios. Algunos ven los salmos imprecatorios, con sus oraciones pidiendo venganza y maldiciones sobre los impíos (ver Sal. 35; 58; 69; 109; 137; etc.), como directamente opuestos a las amantes oraciones de Cristo y de Esteban en favor de sus enemigos (Luc. 23:34; Hch. 7:60). Al tratar de resolver este problema, no debemos olvidar que el Nuevo Testamento cita los salmos imprecatorios como inspirados y dotados de autoridad, y que en el Antiguo Testamento los enemigos del pueblo del pacto con Dios eran considerados como enemigos de Dios mismo. Por lo tanto, parece bastante evidente que estos salmos deben ser comprendidos dentro del marco teológico de la teocracia del Antiguo Testamento.

El problema sinóptico. Probablemente nada ha planteado tanta controversia con respecto a la unidad de la Palabra de Dios como el así llamado problema sinóptico. Nunca podremos explicar plenamente cómo fueron escritos los primeros tres Evangelios (Mateo, Marcos y Lucas), cuál fue realmente su dependencia mutua ni cómo armonizar algunas discrepancias menores en los informes paralelos. Robert K. McIver afirma en The Four Faces of Jesus que “no hay razón para suponer que los datos descubiertos por una investigación cuidadosa del problema de los sinópticos proporcionan alguna base para dudar de la historicidad fundamental de los eventos registrados en los Evangelios. En realidad, probablemente es lo contrario y más bien es una evidencia de su confiabilidad”.[4]

Pablo y Santiago sobre la justificación. Otro problema que algunas personas no siempre han comprendido claramente es la tensión clásica entre la afirmación de Pablo de que “todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige” (Rom. 3:28, NVI), y las palabras de Santiago de que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Stgo. 2:24). Pero esta tensión se puede resolver si recordamos que mientras Pablo está respondiendo a un uso legalista de las “obras de la ley” como medio de salvación (Rom. 3:20; cf. 3:31; 7:12), Santiago está criticando la profesión antinomiana de una fe “muerta”, sin frutos, como la fe no comprometida de los demonios (Stgo. 2:17, 19).

Errores de hechos. Hay algunos que niegan la unidad subyacente de la Palabra de Dios porque supuestamente contiene una gran cantidad de así llamados “errores de hechos”. Muchos de estos supuestos “errores” no lo son realmente sino sólo una comprensión incorrecta de los problemas verdaderos involucrados en ellos. Un ejemplo de éstos es la manera en que Edwin R. Thiele demostró que las muchas brechas y discrepancias en la cronología bíblica de los reyes de Israel y de Judá podían ser bien sincronizadas.[5] Al mismo tiempo, tenemos que darnos cuenta de que no podemos resolver todas las dificultades de las Escrituras.[6]

A pesar de la existencia de algunas inexactitudes en detalles menores, existe suficiente evidencia para mostrar que esas inexactitudes no distorsionan el concepto básico entregado por el texto en el cual aparecen y que no rompen la unidad subyacente de la Palabra de Dios.

Sin embargo, alguno preguntará: ¿Por qué permitió Dios que permanecieran esos problemas en las Escrituras? ¿No podría él haber resuelto algunos de ellos para que nuestra comprensión fuera mucho más fácil? Estas no son preguntas fáciles de responder, pero yo creo que Dios tenía algunas razones importantes para no resolver estos problemas.

Recordemos que Dios confió su mensaje a seres humanos —“vasos de barro” (2 Cor. 4:7)— y ellos a su vez lo comunicaron en su lenguaje imperfecto. Además de esto, la Palabra de Dios tiene la intención de ser una “luz” para el sendero (Salmo 119:105) de todos los seres humanos en todas las épocas y en todo lugar. Como “pan” espiritual (Mat. 4:4) que testifica acerca del “pan vivo que descendió del cielo” (Juan 6:51), la Biblia tenía que hablar tanto a ricos como a pobres, educados e ignorantes, en el contexto en el cual ellos vivieron.

Si la Biblia fuera monótonamente uniforme, la gente la leería una o dos veces y luego la pondría a un lado como hacemos con los diarios viejos. Pero la Biblia tiene una “rica y colorida variedad de testimonios armoniosos de rara y distinguida belleza”, que la hace tan atrayente.[7] Aunque su mensaje básico es perfectamente comprensible aun para las personas comunes, la Biblia tiene tal profundidad de pensamiento que ni todos los eruditos ni las personas sencillas que la han estudiado a lo largo de los siglos, han sido capaces de agotar su significado ni resolver todas sus dificultades.

El milagro de la inspiración

Pero, ¿de qué manera el milagro de la inspiración salvaguardó la Palabra de Dios? ¿Hasta qué punto podemos esperar que haya concordancia dentro de las Escrituras? ¿Deberíamos suponer, como hacen algunas personas, que la Biblia es confiable sólo en asuntos relacionados con la salvación? ¿Podemos aislar las porciones cronológicas, históricas y científicas de su propósito general de salvación?

Como lo analicé en otro artículo, la Biblia pretende tener una naturaleza integral que forma una unidad indivisible (Mat. 4:4; Apoc. 22:18, 19) y que tiene por objetivo la salvación (Juan 20:31; 1 Cor. 10:11). Además, la Escritura describe la “salvación” como una amplia realidad histórica, relacionada con todos los otros temas bíblicos. Y es precisamente esta interrelación temática la que hace casi imposible que alguien hable de la Biblia en términos de dicotomía como si en algunas partes fuera confiable y en otras no.

“Por cuanto el propósito principal de la Biblia es edificar la fe para la salvación (Juan 20:31), sus secciones históricas, biográficas y científicas a menudo proporcionan sólo la información específica necesaria para alcanzar esta meta (Juan 20:30; 21:25). A pesar de su selectividad en algunas áreas del conocimiento humano, eso no significa que las Escrituras no son dignas de confianza en esas áreas. ‘Toda la Escritura es inspirada por Dios’ (2 Tim. 3:16) y nuestra comprensión de la inspiración debería siempre sostener este panorama integral y que abarca todo”.[8]

Sin aceptar la inerrancia calvinista, tenemos suficientes razones para creer que la Biblia es infalible en su propósito salvador y confiable en toda su interrelación temática. De acuerdo con T. H. Jemison, en las Escrituras “hay una unidad en el tema: Jesús, su cruz y su corona. Hay armonía completa en sus enseñanzas: las doctrinas del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento son las mismas. Hay una unidad de desarrollo: un progreso constante desde la creación a la caída, a la redención y a la restauración final. Hay unidad en la coordinación de las profecías”.[9]

El papel del Espíritu Santo

La unidad subyacente de la Palabra de Dios fue producida por la acción directa del Espíritu Santo en la producción de las Escrituras. Pablo dice en 2 Timoteo 3:16 que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Pedro añade que “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:20, 21).

Como el Espíritu Santo fue quien generó la unidad de la Palabra de Dios, sólo él puede iluminar nuestras mentes para percibir la unidad que enlaza la Biblia. Cristo prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo vendría para guiarlos a “toda la verdad” (Juan 16:13). Pablo explica que el Espíritu es quien enseña, “acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Cor. 2:13).

Conclusión

Desafortunadamente, muchos cristianos hoy han perdido su confianza en las Escrituras, y están releyéndolas desde la perspectiva de sus propias tradiciones (los tradicionalistas), su propia razón (los racionalistas), su experiencia personal (los existencialistas), y aun las culturas modernas (los culturalistas). Cansados de la aridez de estas teologías humanas, muchos otros están buscando un terreno más firme sobre el cual anclar su fe.

Pero si nuestra ancla está afirmada en la Palabra misma y creemos que su testimonio no es el resultado de invenciones humanas, sino un don divino para la humanidad con el fin de revelar a Dios y su amor redentor, no tenemos nada que temer o perder. El Espíritu Santo que generó el origen, la unidad y la autoridad de la Palabra, también puede iluminar nuestra mente para reconocerla como tal. Las teorías humanas pueden ir y venir (ver Fil. 4:14), pero “la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isa. 4:8).

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Referencias:
*Este artículo fue tomado de la revista Diálogo Universitario 13/3 (2001): pp. 12.14.
1. Ernest Wright, The Old Testament Against Its Environment (Chicago: Henry Regnery, 1950), p. 13.
2. Floyd V. Filson, The New Testament Against Its Environment (London: SCM Press, 1950), p. 96.
3.   Ekkehardt Mueller: “The Revelation, Inspiration, and Authority of Scripture”, Ministry (Abril, 2000) pp. 22, 23.
4. Robert K. McIver, The Four Faces of Jesus: Four Gospel Writers, Four Unique Perspectives, Four Personal Encounters, One Complete Picture (Nampa, ID: Pacific Press, 2000), p. 220.
5. Ver Siegfried H. Horn: “From Bishop Ussher to Edwin R. Thiele”, Andrews University Seminary Studies 18 (Spring 1980):37-49; Edwin R. Thiele: “The Chronology of the Hebrew Kings”: Adventist Review (17 de mayo, 1984), pp. 3-5.
6. Ver Elena G. White: Obreros evangélicos (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1957), p. 327.
7. Creencias de los adventistas del séptimo día: Una exposición de las 27 doctrinas fundamentales (Boise, ID: Pacific Press, 1993), p. 21.
8. Alberto R. Timm: “Understanding Inspiration: The Symphonic and Wholistic Nature of Scripture”: Ministry (Agosto, 1999), p. 14.
9. T. H. Jemison, Christian Beliefs: Fundamental Biblical Teachings for Seventh-day Adventist College Classes (Mountain View,CA: Pacific Press, 1959), p. 17.

"La doctrina de la Trinidad: ¿Por qué es importante?", por Woodrow W. Whidden

La doctrina de la Trinidad: ¿Por qué es importante?*

Woodrow W. Whidden
SDA Theological Seminary
Andrews University



No recuerdo haber oído ningún sermón sobre la Trinidad cuando era niño. Y no fue hasta el último año de estudios en el Seminario en que escuché una exposición sustancial sobre el tema. En una asignatura sobre la doctrina de Dios, mi profesor hizo un comentario detallado de la historia y la base bíblica de la doctrina de la Trinidad. Debo confesar que el tema me resultó un tanto misterioso e impráctico. Sin embargo, mi trayectoria teológica iba a llevarme a desarrollar un interés profundo en el tema, que finalmente se convirtió en una pasión. Mi indiferencia se ha transformado en la convicción inamovible de que la doctrina de la Trinidad es la expresión teológica central del pensamiento y práctica cristianos. En efecto, lejos de ser un misterio irrelevante, da expresión al núcleo central de lo que los cristianos profesan creer sobre la naturaleza de Dios y su plan para la felicidad humana.

Pensar la teología implica dos pasos indispensables. Primero, el “qué” de una doctrina. Esta etapa del “qué” a su vez contiene dos facetas: (1) expresar claramente la doctrina, y (2) evaluar la base bíblica para enseñarla. El segundo paso es reflexionar sobre el “y entonces qué”. Esta etapa busca dejar en claro asuntos tales como las implicaciones teológicas y prácticas de la doctrina, especialmente su coherencia respecto de otras enseñanzas cristianas y la cuestión de la salvación personal, o reconciliación con Dios.

El “qué” de la Trinidad

La creencia fundamental No. 2 de los adventistas del séptimo día explicita: “Hay un solo Dios, que es una unidad de tres Personas coeternas”.[1] Con respecto a esta declaración, tanto la iglesia cristiana en general como el movimiento adventista del séptimo día en particular han tenido que lidiar con desafíos cruciales. La cuestión de Dios como Padre nunca ha sido controvertida debido a una larga tradición de enseñanza cristiana ortodoxa.
Si bien la vasta mayoría de los cristianos han afirmado siempre la eterna deidad del Padre, ha habido controversia sobre otras cuestiones: la plena y eterna deidad del Hijo, la personalidad divina del Espíritu Santo, y la profunda unidad del trío de Personas divinas. El espacio aquí no permite una presentación detallada de los elementos de prueba bíblicos que establecen la unidad trina y una de Dios. Pero si podemos dejar sentadas la plena deidad del Hijo y del Espíritu Santo, es simplemente lógico que haya también una profunda unidad de estas Personas con el Padre. Por tanto los cristianos siempre han profesado su fe en un único Dios (monoteísmo), que se manifiesta como una unidad tripersonal (no como tres dioses, o triteísmo) íntimamente ligada por amor.

La plena deidad del Hijo

Son tres los tipos de evidencias bíblicas de que Jesús era inherentemente divino y poseía la misma naturaleza y sustancia que el Padre.[2]

1. A Jesús se lo llama explícitamente Dios en el Nuevo Testamento. Hebreos 1 contrasta a Jesús con los ángeles. En los versículos 7 y 8 el autor asevera que Dios hizo a los ángeles “espíritus”, mientras que del Hijo dice: “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (1:8, RVR). Este versículo es uno de los siete que en el Nuevo Testamento aplican el término griego que significa Dios (theos) directamente a Jesús. Los otros seis son Juan 1:1, 18; 20:28; Romanos 9:5; Tito 2:13; y 2 Pedro 1:1. Dejemos bien en claro lo que el autor de Hebreos y los otros autores del Nuevo Testamento están diciendo en estos versículos: se refieren a Jesús como “Dios” y en Hebreos el escritor está interpretando un versículo del Antiguo Testamento, aplicando a Jesús el Salmo 45:6, que originalmente se dirigía al Dios del Antiguo Testamento.

2. Jesús se aplicó a sí mismo títulos y prerrogativas divinos. El ejemplo más claro se encuentra en Juan 8:58: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes de que Abraham fuese, yo soy”. Con toda sencillez, lo que Jesús está diciendo aquí es que él es el Dios del Éxodo, aplicándose a sí mismo Éxodo 3:14: “Y respondió Dios a Moisés, YO SOY EL QUE SOY”.

Además, este Dios que habla en Éxodo 3:14 deja en claro su identidad como “Jehová, el Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Isaac y Jacob” (v. 15). En otras palabras, Jesús no sólo aseveró ser el Dios del Éxodo, sino también el Jehová de los patriarcas. No de balde, entonces, los incrédulos fariseos “tomaron entonces piedras para arrojárselas” (Juan 8:59), que era el castigo de la blasfemia en el Antiguo Testamento (ver Juan 5:17, donde Jesús hace una aseveración similar).

3. Los escritores del Nuevo Testamento aplican nombres divinos a Jesús. En Hebreos 1:10-12 la inspiración aplica a Jesús el título supremo del Antiguo Testamento para Dios (YHWH o Jehová). El autor de Hebreos le aplica el Salmo 102:25-27. No era desacostumbrado para los autores del Nuevo Testamento hacer este tipo de aplicación, pero lo que es llamativo en este caso es que este Salmo estaba dirigido originalmente al Jehová del Antiguo Testamento. Por tanto, el autor neotestamentario se sentía cómodo al aplicar a Jesús pasajes que originalmente se referían al Dios eterno de Israel. Esto implica claramente que Jesús es Jehová, el Señor del Antiguo Testamento. Apocalipsis 1:17 cita palabras de Jesús refiriéndose a sí mismo como eterno, “el primero y el último”.

La plena deidad del Espíritu Santo

Las Escrituras proveen numerosas líneas de evidencia que atestiguan la naturaleza divina del Espíritu. La más representativa viene del libro de los Hechos, en la historia trágica de Ananías y Safira. Estos esposos denegaron privadamente el voto sagrado que habían hecho a Dios. Cuando vinieron a depositar públicamente sus ofrendas parciales a los pies de los apóstoles, cayeron muertos. Instantes antes, Pedro había preguntado a Ananías: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?”. A esto sigue la sorprendente revelación “No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4). La implicación más obvia es que el Espíritu Santo es un ser divino.

Otras evidencias aparecen en los muchos pasajes que describen la obra del Espíritu como algo que es exclusivo de Dios. El ejemplo más claro está en 1 Corintios 2:9-11. Pablo declara que sus lectores pueden tener un conocimiento completo de las cosas “que Dios ha preparado para aquellos que le aman” (v. 9). ¿Y cómo es posible tal conocimiento? Porque “Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (v. 10). “Porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque, ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoció lo que es de Dios, sino el Espíritu de Dios” (vv. 10, 11). Lo que el pasaje enseña es esto: Para conocer lo que es verdaderamente “del hombre” uno debe obtener tal información de un ser humano. De manera paralela, sólo un ser divino puede conocer en verdad lo que está en la mente y el corazón de otro ser divino.

El “y entonces qué” de la Trinidad

¿Cuáles son los “y entonces qué” de la plena deidad tanto del Hijo como del Espíritu? Antes de abordar estas importantes preguntas necesitamos tratar un asunto que inquieta a muchos: La aparente falta de lógica de creer que tres equivalen a uno. Tales cuestiones inquietan especialmente a las mentes racionalistas de muchos universitarios y a nuestros amigos monoteístas musulmanes.

La objeción lógica. Millard Erickson ha sugerido que la razón humana no puede tolerar una matemática trinitaria donde “3 = 1”. Si uno va al supermercado, elige tres panes, y entonces trata de convencer a la cajera de que los tres son realmente uno, de modo que no necesita pagar más que uno, es seguro que la cajera llamará de inmediato a un guardia de seguridad.[3]

La primera respuesta a la lógica del pensamiento trinitario es admitir que estamos tratando con el más profundo de los misterios. De hecho, en las relaciones amorosas se produce una profunda unidad social o emocional. ¿Hemos de decir entonces que las relaciones amorosas son totalmente ilógicas e incoherentes? Creemos que no. Y parece que esta es la mejor manera de dar cuenta coherentemente del misterio de la Trinidad y su unidad plural.

Erickson señala sabiamente el camino a una respuesta: “Proponemos, por tanto, pensar de la Trinidad como una sociedad de personas que constituye, sin embargo, un único ser. Si bien esta sociedad de personas tiene dimensiones en sus relaciones interpersonales que no se encuentran entre los humanos, hay paralelos esclarecedores. El amor es la relación vinculante dentro de la Deidad que une a cada Persona con las otras”.[4]

Erickson apela directamente a 1 Juan 4:8, 16: “Dios es amor”. ¿Comprendemos de veras la profundidad de esta declaración inspirada tan cautivante en su sencillez? Estas tres significativas palabras nos ayudan a comprender a un Dios que ha existido eternamente en un estado de unidad trinitaria. “La declaración ‘Dios es amor’ no es una definición de Dios, ni tampoco meramente de uno de sus múltiples atributos. Es una caracterización esencial de Dios”.[5]

Para los cristianos trinitarios, la cuestión clave acerca de Dios se relaciona con su amor. Dios es “amor” en la esencia misma de su ser y es su característica fundamental. Y si Dios es verdaderamente el Dios de “amor” (Juan 3:16 y 1 Juan 4:8), necesitamos considerar las siguientes implicancias:

¿Puede realmente Aquel que existe desde la eternidad —y que nos hizo a su imagen—, puede este Dios ser llamado “amor” si existía como ser único y solitario? ¿No es acaso el amor, y especialmente el amor divino, posible sólo si Aquel que hizo nuestro universo era un ser plural, que ejercía amor dentro de su pluralidad trinitaria desde la eternidad? ¿Acaso no es verdad que el amor real, desinteresado, es posible solamente si procede de ese Dios quien, por su propia naturaleza, era y es y será por siempre un Dios de amor, como una trinidad de seres en sociedad?

Nos sentimos impulsados a afirmar que Dios es una trinidad de amor y que este amor ha encontrado su revelación más profunda en la obra de creación, encarnación, vida, muerte, y resurrección del divino Hijo de Dios. La unidad trinitaria de Dios, en última instancia, no es ilógica. De hecho, es la fuente de la única lógica que tiene real sentido: un amor abnegado, en mutua sumisión, y que se manifiesta en la gracia de su poder creador y redentor.

Tal amor infinito debe ser comunicado en forma práctica a los seres limitados y pecaminosos. Y aquí es donde el “¿y entonces qué?” de la plena deidad del Hijo y del Espíritu se proyecta en el drama de la creación y redención.

La deidad de Cristo: Implicaciones

En primer lugar, antes de que la Trinidad pudiera hacer valer la eficacia salvadora de la vida y muerte de Cristo para la redención de los pecadores, existía la necesidad urgente de revelar a seres humanos enajenados por el pecado acerca de cómo es en realidad Dios. El único ser que podía ofrecer una revelación auténtica de la naturaleza divina era Dios mismo. Esta habría de ser la misión primaria de Jesús, el divino Hijo de Dios. Y al hacer provisión para la salvación de los seres humanos en rebelión, mediante su muerte expiatoria, sólo Aquel que es igual al Padre en su naturaleza divina podía ofrecer un sacrificio capaz de satisfacer plenamente la justicia de Dios. Sólo un Cristo plenamente divino, por medio del Espíritu Santo, era lo suficientemente poderoso como para re-crear a seres dañados por el pecado en la imagen del carácter divino. Sólo el divino Hijo podía efectuar la conversión o el nuevo nacimiento y transformar el carácter humano para que refleje la imagen divina. En resumen, sólo el Hijo que es amor encarnado puede manifestar y hacer efectivo tal amor transformador.

La plena deidad del Espíritu

Como en el caso de la deidad del Hijo, las implicaciones teológicas de la deidad del Espíritu surgen de las cuestiones relacionadas con la intención divina de redimir a la humanidad manchada por el pecado. Por cierto, si sólo Aquel igual en naturaleza y carácter al Padre podía ofrecer un sacrificio eficaz por el pecado; por igual razón, sólo aquel Espíritu que es plenamente divino podía comunicar con eficacia el beneficio de este sacrificio a los seres humanos pecadores. Era necesario un Espíritu plenamente divino para revelar al pecador la obra del plenamente divino Hijo de Dios (1 Corintios 2:7-12).

Sólo el Espíritu tendría el poder de persuadir a la humanidad caída acerca del gran amor de Dios. Sólo Aquel que está eternamente ligado al corazón de amor abnegado del Padre y el Hijo puede comunicar con eficacia tal amor. Sólo Aquel que ha actuado con el Hijo en la creación está equipado para realizar la nueva creación dentro de almas arrasadas por las fuerzas destructivas de Satanás y el pecado (Romanos 8:10, 11). Sólo Aquel que está en plena sintonía con el corazón del ministerio encarnado de Jesucristo, y al mismo tiempo es capaz de estar en todas partes al mismo tiempo con la omnipresencia de Dios tiene la capacidad de presentar la presencia personal y redentora de Cristo al mundo entero. El único Ser que puede hacer tales cosas es el Espíritu Santo, personal y omnipresente.

Una exhortación

Quiero invitar a cada lector a sopesar con cuidado y oración la doctrina de la Trinidad y su profunda implicación para la vida y el destino que el Dios de la Biblia nos ofrece a cada uno de nosotros. Esta doctrina satisface la demanda moderna de una solución racional a la problemática del hombre en rebelión contra Dios, y al mismo tiempo ofrece un misterio atractivo para los gustos de los posmodernos, más afectos a lo relacional. Además, el pensamiento trinitario ofrece una visión de la vida en relaciones de amor que refleja la más profunda realidad ofrecida por Aquel que ha hecho el mundo con amor y está tratando de redimirlo del pecado, que es la mayor antítesis del amor divino.

Además, no se me ocurre ningún argumento mejor al relacionarnos con las preocupaciones monoteístas de nuestros amigos musulmanes. Si el amor abnegado de Jesús —el Hombre de avanzada de la Trinidad— no puede rescatarnos de nuestra situación, no hay nada que lo pueda lograr. Los recursos del amor que fluye del Padre, hechos carne en Jesucristo y comunicados por la plenamente divina Persona del Espíritu Santo nos ofrecen la visión teológica más rica que se pueda imaginar para el destino de un mundo caído.

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Referencias:
*El presente artículo fue tomado de la revista Diálogo Universitario 16/3 (2004): pp. 11-13. Usado con permiso.
1. Creencias de los adventistas del séptimo día: Una exposición bíblica de 27 doctrinas fundamentales, edición revisada (Boise, ID: Publicaciones Interamericanas, 1988), p. 24.
2. Para una presentación más abarcante de la evidencia, ver mis capítulos en la Sección Uno de The Trinity: Understanding God’s Love, His Plan of Salvation and Christian Relationships (Hagerstown, MD: Review and Herald Publ. Assn., 2002), pp. 16-119.
3. Millard Erickson, Making Sense of the Trinity: Three Crucial Questions (Grand Rapids, MI: Baker, 2000), pp. 43, 44.
4. IbÍd., p. 58.

5. IbÍd.

"Comer y beber: Una perspectiva adventista", por Jiří Moskala

Comer y beber: Una perspectiva adventista

Jiří Moskala
Facultad de Teología
Andrews University


Introducción

El apóstol Pablo declaró atrevidamente que el reino de Dios no consiste en “comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Ro 14:17). Las doctrinas de los adventistas del séptimo Día, están enfocadas en Dios, la redención en Cristo, y el trabajo que realiza el Espíritu Santo. La persona, sus actos, y las enseñanzas de Jesucristo se encuentran en el corazón de nuestra fe. La vida brota de esta fe en Él. Una verdadera religión de amor conduce a decisiones correctas sobre asuntos en el comer y beber, porque no solo hemos sido creados para disfrutar de la comida (Gn 1:31), sino también para reflejar la gloria de Dios en nuestros hábitos alimenticios (1 Co 10:31).

Es preciso subrayar, además, que los mandamientos de Dios dado a los seres humanos estaban relacionados en primera instancia con el comer (Gn 2:16, 17). La palabra hebrea para “mandado/mandamiento” es utilizada aquí por primera vez. Pero desgraciadamente, la caída en el pecado también estaba relacionado en cierta medida con los alimentos (Gn 3:6). Se puede observar la importancia de los alimentos por el hecho de que la primera tentación de Jesús está relacionada con la comida (Mt 4:1-4). La decisión que uno tome de lo que va a comer, trae sus consecuencias.

La legislación de Dios sobre las leyes alimenticias pentateucanas, sin embargo, donde se prohíbe ciertos alimentos para el consumo humano, no fueron dadas con el propósito de obtener la salvación. Comer o ayunar no conlleva a nadie al cielo. ¡Estos reglamentos los dio Dios al pueblo santo! Ellos ya eran salvos, liberados de las ataduras de la esclavitud y debían mantener su santidad. Recibieron el regalo de las normas alimenticias de Dios porque eran santos.

Esto se explica acertadamente en Deuteronomio: “… Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra” (14:1, 2) y solo después de los mandamientos de Dios: “Éstos son los animales que podréis comer…” (vv. 4, 5). Esta es la secuencia correcta y adecuada de las cosas: Primero viene la gracia de Dios, y luego Él provee su instrucción sobre cómo vivir en santidad. De este modo, las personas responden a esta revelación en reconocimiento y agradecimiento de su liderazgo amoroso y único.

El tipo de respuesta a preguntas que se relacionan con los alimentos deberían estar centradas en Dios y centradas en la ley. Jesús no consumió ningún alimento impuro (Mat 5:17-20; 15:16-20), y tal respuesta señala un tono cristocéntrico a las discusiones con aquellos que puedan discutir nuestra elección de alimentos. Esto nos permite ser conocidos como pueblo que sigue a Jesús y mantiene en una relación de amor con Él. Teniendo esto como base, permítame ahora responder a 13 preguntas clásicas desde mi perspectiva y vivencia personal.

Comer y beber desempeñan un rol importante en los adventistas, ¿por qué?

Los adventistas del séptimo día son el pueblo de la Biblia. En las Escrituras hebreas, hay un gran énfasis en una relación con Dios, así como en nuestro comportamiento y en la manera de cómo vivir. Es importante notar que una de las primeras instrucciones que Dios dio a los seres humanos fue en relación a la alimentación—Dios bendijo a los seres humanos, y entonces Él les dio instrucciones sobre la procreación, la gobernación y la comida (Gn 1:29). El primer mandato que Dios expresó se relacionado con el comer (Gn 2:16-17). También en los principales pasajes de la Biblia hay referencia a comer o no comer en relación con el diluvio, el pacto con Abraham, el regalo de la ley en el monte Sinaí, el santuario, etc. Lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento (NT). Por ejemplo, Pablo anima a los creyentes que lo que coman o beban, o lo que sea que hagan, lo hicieran para la gloria de Dios (1 Co 10:31).

Si es para Dios y los escritores de la Biblia hablan extensamente de manera significativa sobre comer, creo que debemos tomar en serio este asunto y buscar su significado. Las normas dietéticas bíblicas revelan que Dios se preocupa por lo que comen los seres humanos.

¿Cómo se describiría, definiría, la filosofía adventista sobre comer y beber?

La filosofía adventista sobre la alimentación está anclada en la Creación. Este es el punto de partida teológico. Sin esta creencia, a mi manera de pensar, no habría ninguna base real para una vida saludable desde un punto de vista religioso. En la Biblia, Dios se presenta como nuestro Creador. Él crea y proporciona alimentos. Nuestro Dios no es un Dios de ascetas. Él da vida y vida en abundancia. Dios nos da el apetito y miles de papilas gustativas para que podamos alegrarnos en la vida.

Los adventistas se enfocan en la vida, porque la Creación es acerca de la vida, y los alimentos sustentan la vida. Sin ella no habría vida. Por lo tanto, queremos evitar cualquier cosa que ponga en peligro nuestra vida. Debido a la Creación, podemos discernir cuidadosamente lo que es útil para nuestros cuerpos y lo que es perjudicial, qué es lo que se puede comer y beber y lo que se debe evitar.

Por supuesto, no es algo que se debe practicarlo aisladamente. Los seres humanos fuimos creados de manera integral/holística. Comer y beber son hábitos que forman parte de la enseñanza bíblica integral que me gustaría describir mediante el acrónico de CREATION: La letra “C” representa la “elección” (porque la elección correcta es el primer paso hacia una buena salud), la letra “R” representa al “descanso” (porque el descanso adecuado y la relajación son un recurso importante para el estrés, el cansancio, y las presiones de la vida), la letra “E” representa el “medio ambiente” (porque lo que está afuera de nosotros también influye en nuestro estado de ánimo, así como en nuestra salud), la letra “A” representa la “actividad” (porque ser activo físicamente, mentalmente, emocionalmente y espiritualmente trae satisfacción, gozo y aumenta nuestra salud), la letra “T” representa “confianza” (porque nuestra confianza en Dios, nuestra fe y esperanza afectan nuestra felicidad), la letra “I” representa lo “interpersonal” (porque las relaciones de la vida social y la calidad interpersonal son dimensiones irremplazables en nuestra vida), la letra “O” es sinónimo de “panorama” (porque los colores de nuestro panorama afectan la perspectiva de nuestra vida y actitudes), y por último la letra “N” representa la “nutrición” (porque la nutrición es el combustible que impulsa físicamente todo el sistema de nuestra vida).

Por lo tanto, la alimentación desempeña un papel importante en las actividades integrales/holísticas de los seres humanos. Esta filosofía reúne todos los elementos necesarios para una vida plena. Entonces, todo el espectro de la vida es importante. El objetivo es que estos elementos estén en armonía.

¿Los alimentos se refieren únicamente a cuestiones de salud?

De acuerdo a las Escrituras Hebreas, no. La salud se incluye, pero no es un factor primordial. El concepto de santidad está estrechamente asociado con las leyes alimenticias mosaicas. El pueblo de Dios tiene que ser santo como Dios es santo. También existe un elemento ético y teológico: la obediencia total a Dios. Él así lo dijo, yo conozco personalmente a mi Dios y sé que es un Dios amoroso y soberano. Él provee los alimentos y afirma lo que es mejor para la humanidad. Cuando los alimentos se asocian a prácticas idólatras, las leyes alimenticias registradas en la Biblia forman un fuerte muro contra estas prácticas. Estas leyes alimenticias pentateucanas enseñan la separación de los malos hábitos, y no una separación de las personas.

Dios provee los alimentos para las personas y para el mundo entero. Esto está en claro contraste con las historias mesopotámicas donde los dioses paganos esperan que los humanos les proporcionen el alimento.

¿Cuáles son sus prácticas religiosas respecto a la comida y a la bebida? ¿Podría justificarlas?

Dios quiere nuestro completo bienestar, salud, paz y armonía. Desea que vivamos conforme a sus principios de vida y felicidad. Es por esto que yo no consumo alimentos impuros y no consumo sangre. En las Escrituras hebreas, Dios prohíbe comer animales impuros y sangre. Por la misma razón, no bebo alcohol, café, y no uso drogas. Además, comer en exceso y la embriaguez son condenados.

De acuerdo al primer relato de la Creación, Dios dio una dieta vegetariana a los seres humanos. La muerte no estuvo involucrada en esta disposición. Estaba orientada hacia la vida. El principio de la vida, junto al principio de separación registrado en el segundo relato de la Creación se relaciona con el derecho a escoger entre los árboles del jardín del Edén y es la base de la teología de la alimentación.

Originalmente en el jardín del Edén, Dios puso el árbol de la ciencia entre el bien y del mal como símbolo de los límites humanos. Solo mediante el respeto de estos límites los seres humanos pueden disfrutar de una vida plena. Ellos tenían que respetar la decisión de Dios y confiar en Él sobre lo que es bueno y malo para comer.

¿Por qué algunos animales son puros y otros impuros?

La distinción entre los animales puros e impuros aparece solo después del pecado, y más precisamente después del Diluvio. Hay varios factores importantes que intervienen en esta distinción. Para decirlo de manera simple, los animales puros reflejan lo mejor, lo ideal de la creación. En términos generales, la vida es respetada por ellos. Son vegetarianos (esta es la receta alimenticia edénica original) y su comportamiento no es violento. Estos no derraman sangre.

Los animales impuros en sentido contrario, son carnívoros y comen sangre. Por lo general, son salvajes. Algunos de estos fueron utilizados en guerras o se necesitaban como bestias de carga para el transporte; no eran aptos para el consumo humano (pensemos, por ejemplo, acerca de los carroñeros y todos los insectos), eran naturalmente repulsivos, o se utilizaban en rituales idólatras. Estos están muy lejos de los ideales de la Creación original. Los animales puros están vinculados con la vida, y los animales impuros están ligados a la muerte. La Creación es un criterio general para las reglas alimenticias mosaicas.

Detrás de las leyes alimenticias pentateucanas está el patrón teológico Creación-Caída-Nueva Creación. Dios estableció principios de suma importancia relacionados con la vida en el jardín del Edén y dio la instrucción de una dieta vegetariana como la ideal. A través del pecado se modificaron estas regulaciones alimenticias, y después del Diluvio, la carne fue permitida para su consumo humano, pero no la sangre, como un recordatorio de la vida original. Dios quería enseñar a los seres humanos una lección moral de autodisciplina ligiendo cuidadosamente lo que está bien en asuntos de comer.

En mi disertación doctoral, “The Laws of Clean and Unclean Animals of Leviticus 11: Their Nature, Theology, and Rationale (An Intertextual Study),” puedo diferenciar entre dos tipos básicos de impureza: rituales y naturales. La impureza natural sólo se refiere a las leyes dietéticas, y es permanente, sin rituales involucrados. Sólo estas leyes de impureza pertenecen a la ley universal.

¿Por qué no la sangre?

La sangre es un símbolo de la vida. Cuando Dios permitió que los seres humanos maten animales y coman carne, restringió el acceso a la vida por la prohibición de comer sangre. Al hacer esto, la gente está mostrando respeto por la vida. La caza por placer no está permitida en la Biblia, solo la caza o matanza de animales con el fin de alimento. Esta prohibición es válida en todas las épocas.

A fin de que los seres humanos coman carne, estos tienen que matar al animal. Tomar su vida. La prescripción de no comer la sangre (es decir, algunos restos de sangre en la carne) es también un recordatorio de que una vida es tomada, es algo sagrado olvidado, una criatura muerta que no puede ser reemplazada. En otras palabras, los seres humanos deben sentirse culpable por tomar la vida de un animal y después comer su carne para satisfacer sus necesidades o deseos. La sangre está clamando que la vida fue tomada.

¿Por qué ser vegetariano?

Mi razón es doble: ética y teológica. Son complementarios. No como carne por respeto a la vida. No deseo matar a los animales. A esto debe añadirse el respeto por el orden de la creación de Dios, el respeto hacia el mismo Creador.

¿Por qué no beber alcohol?

El alcohol es causa de muchos males. La Biblia habla claramente contra el alcoholismo y por ello no deseo tomarlo, pues es algo que me puede dañar a mí mismo, a mi prójimo, y a mi servicio a Dios. Con el consumo de alcohol estas tres cuestiones están involucradas, porque inmediatamente nuestras capacidades de pensamiento se entorpecen. Por ello, no lo bebo.

La Biblia nos ofrece algunas directrices en esta línea y conduce a la abstinencia a pesar de que no hay una enseñanza ambigua que prohíba estrictamente el consumo de alcohol. Solo estaba prohibido para grupos específicos de personas, como los sacerdotes en el servicio, los nazareos, los reyes y los recabitas (Lv 10:9; Nm 6:3; Prov 20:1; 23:20-21, 29-30; Jer 35:6). Pero más importante es conocer el propósito bíblico sobre el tema. Desde mi perspectiva, se trata de una abstinencia, a pesar de que no haya ningún texto para probarlo. Porque estamos al servicio de nuestro Señor sin interrupción y hemos recibido un llamado especial a vivir por Él y lo representamos así, creo que es apropiado abstenerse del alcohol.

También es significativo que el primer uso del alcohol en la Biblia está relacionado a la embriaguez de Noé como un acto negativo y asociado con una conducta sexual inapropiada (Gn 9:20-24). La segunda instancia en relación con el alcohol se asocia con el incesto (ver la historia de Lot y sus dos hijas en Gn 19: 30-38). Estos dos primeros casos relacionados con el ingesto de alcohol forman un modelo negativo y dan una mala impresión en las Escrituras para su consumo.

Otras razones son muy prácticas. Mientras que uno conduce su auto, no se puede beber alcohol. Eso le puede costar su vida o de alguien más. En nuestra vida, siempre estamos en la calle, así que, por lo tanto, tenemos que actuar con responsabilidad. También es porque no deseo ser un mal ejemplo para mis hijos. Quiero ayudarlos a que no caigan en la trampa del alcoholismo que se inicia con la primera copa. ¿Puede imaginarse la pérdida de respeto hacia mi persona por parte de mi familia si me vieran borracho?, ¿con qué autoridad podría hablarle a mis hijos?, ¿tomarían en serio mis palabras? Las investigaciones demuestran que el consumo de alcohol es perjudicial para nuestra salud. Muchos estudios modernos dan nueva evidencia de ello. El cuerpo entero se ve completamente afectado. Un gran número de células cerebrales mueren y nada puede reparar el daño causado por la ingesta de alcohol.

¿Tiene alguna comida en especial que caracteriza a la cocina adventista?

No, pero me encanta la ensalada de frutas con avena. Bebo mucha agua y jugo de frutas. Yo como muchas frutas y trato de comer verduras tanto como sea posible, aunque no sea aficionado a las verduras. También como pan integral que hacen en casa mi esposa y mis hijas. Evita la grasa o frituras, y utilizo azúcar y sal en forma esporádica.

¿Tiene un valor religioso ser alguien con gourmet?

Dios ha creado por separación. Él, mediante decisiones cotidianas, nos enseña a separar lo bueno de lo malo, lo bueno de lo perjudicial en el ámbito del comer y beber. Discernir es una actividad fundamental en la vida. En ese sentido es importante ser un gourmet, porque Dios quiere darle lo mejor a nuestro cuerpo.

Solo lo mejor para nuestro cuerpo, ¿qué pasa con nuestro gusto?

El gusto es un maravilloso regalo de Dios. ¡Deberíamos disfrutar comiendo! Lo mismo puede decirse sobre el olor. El olor natural del pan y las frutas es extraordinario. Desafortunadamente, también es fácil hacer mal uso del gusto. Es triste que la vida de muchas personas se arruine porque se entregan a su apetito, y el gusto se convierte en su guía. Pero si es protegido de la manera correcta, ¡el gusto es uno de las grandes y auténticas alegrías de la vida! ¿Qué hay de malo en disfrutar del saber de una manzana o una naranja? El regalo de Dios debe ser utilizado y no debe ser negado.

Si los adventistas no guardan estas normas, ¿qué pasa con ellos? ¿Siguen siendo adventista? ¿Están perdidos para Dios?

Si un adventista no respeta estas prácticas, le faltaría el respeto a su Creador. Algo muy importante es olvidado. La orden de la Creación es distorsionada. Una relación correcta con la naturaleza también se pierde. Los adventistas son personas dedicadas a Dios, al prójimo y a la naturaleza. ¿Cómo puede uno confesar que cree en Dios, tener esperanza en el futuro, y no prestar atención a su ley?

Hemos sido creados a imagen de Dios. Todo nuestro ser debe reflejar la perfección de Dios. Por lo tanto, tenemos que dar gloria a Dios en todos los aspectos de nuestro ser, incluyendo el físico.

¿Son los adventistas más saludables, mejores personas, más cercanos a Dios debido a su forma de comer y beber?

Una mejor salud, sí; varios estudios científicos lo demuestran. Mejores personas, no necesariamente, aunque la fe en el Santo, Creador y Redentor, debe cambiarnos para ser un pueblo amable y cariñoso. Más cerca a Dios debido a nuestros diferentes hábitos de comer y beber—no. No estamos más cerca de Dios por lo que comemos o no comemos. Los hábitos de comer y beber son una expresión de fe.

No creemos que podemos ser salvos en base a la alimentación. Evitemos ciertas cosas no con el fin de ganar el cielo, sino porque somos salvos. Deuteronomio 14:1 subraya esta verdad. Usando mis propias palabras, Dios declara allí “Ustedes son mis hijos, santos, salvos, por tanto, no hagan esto”.

Vivir en comunión con Dios significa que deseamos vivir en completa armonía acuerdo a nuestro mejor conocimiento de los principios revelados en relación a la salud. Las leyes de animales puros e impuros no fueron dadas al pueblo de Dios para llegar a ser santos, pues Dios ya lo ha hecho santos. Se mantienen estas leyes para permanecer en una relación correcta con Dios y mantener la santidad, no con el fin de obtenerla. El pueblo de Dios no debe observar estas leyes para obtener la salvación y la santidad, sino que deben guardarlas porque son salvos y santos. Es imposible ganar la santidad. Una persona puede caminar en ella, pero no puede crearla. Esto está más allá del alcance humano. Uno sólo puede recibirla como un don de Dios. Para ser un adventista del séptimo día significa tener una relación profunda con Dios y con otras personas. El énfasis en la creación implica también el cuidado por la naturaleza.

La mesa familiar debe ser un testimonio para Dios. Es una confesión sin palabras de fe debido a que respetamos la vida y a nuestro Creador preservando los límites que Dios nos dio y por ello cumplimos sus órdenes.


Somos lo que cuidamos. La forma en que expresamos nuestra preocupación por nuestro Creador y Su creación demuestra lo que somos. Si nos preocupamos por el Creador, nos preocupamos por su creación. Por lo tanto, las leyes mosaicas dietéticas también nos llevan a preocupaciones ecológicas o ambientales. Usted sabe, la ley de Dios no es una regla para ser obedecida, sino más bien una historia para ser vivida.

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*El presente artículo fue publicado en la revista Berit Olam 11/2 (2014): 57-67. Usado con permiso.